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Hace algunos años visite un rancho legendario de allá por mi tierra, Múzquiz , Coahuila. La verdad cuando me invitaron me sentí halagado por lo emblemático del rancho, pues hace más de 270 años en ese lugar se estableció el Presidio de Santa Rosa, como se le conoció inicialmente a mi pueblo.

Además de lo mencionado recuerdo por platicas de mis abuelos, que también era muy reconocido por sus vaqueros, hombres de mucho caballo y oficio para trabajar el ganado. Pensé, por fin llego el momento de cruzarme con la historia y vivir en carne propia yal vez algún sobrante de aquellas hazañas que solo conocía en platicas.

El primer día me la pase compartiendo con los vaqueros mis teorías de amansar caballos, pero también aprendiendo de ellos. Al finalizar el día tal vez ya habíamos trabajado cerca de 8 potros y esperábamos el avión que trasportaría al dueño del rancho y de quien me habían dicho su interés por ver mi trabajo.

Mientras cenábamos, me dice Cristóbal, el dueño, David cuando era pequeño había una plática del caporal del rancho que yo disfrutaba mucho y han pasado casi 60 años y nunca la he vuelto a ver. Le pregunte de que se trataba y me dijo: de “Formando Caballos” no me quedaba claro el término y tampoco si era el correcto, ya que su español, aunque era muy bueno tenía ciertos detalles.

Me explico que antes del amanecer cuando los vaqueros se disponían a ensillar, reunían la remuda y el caporal hacia tronar un azote y los caballos se comenzaban a formar dispuestos a que cada hombre dispusiera del caballo en turno para ese día de trabajo.

Me pregunto que si creía que al día siguiente pudiera hacer el intento de formar su actual remuda, a lo que inmediato contesté que no le veía problema.

Para no hacerles el cuento largo, no dormí de pensar en la tremenda bronca que me había metido y la noche se me hizo eterna de ideando como le iba a hacer.

Tan pronto llegamos a tomar café me dice Cristóbal, “Listo para iniciar formando caballos” y le conteste casi un “si” tembloroso.

Les relatare brevemente lo que hice y que afortunadamente me dio resultado: Lo primero fue establecer un vinculo de comunicación con el grupo de caballos, mientras que identificaba cuales eran los miembros inseguros del grupo que me pudieran descomponer la formación.

Todo el proceso consistió en ceder y quitar distancias, así como mucho manejo corporal y contacto visual con los miembros que quería mover o inmovilizar.

Decidí dedicar este artículo a la mencionada práctica ya que está de moda trabajar caballos en libertad y para este propósito es indispensable el dominio del lenguaje corporal  que es básico cuando de caballos hablamos.

Con este relato espero haberlos motivado a dedicar más tiempo a observar y entender los movimientos de su caballo, que desde luego dicen más de lo que generalmente imaginamos.