Por David Alonso
Generalmente durante los viajes o cuando uno se encuentra fuera de su casa lo invaden pensamientos y reflexiones sobre la familia, la pareja el trabajo, la trascendencia en esta vida, etc. Este es mi caso y mientras observo por la ventana del avión la inmensidad del cielo viene a mi mente algunas interrogantes, ¿Les estaré dando a mis 2 hijas la mejor educación? ¿Dónde fallo? ¿Serán personas de bien?
Como dicen por ahí, “nadie estudia para ser padre”, y en efecto que difícil labor es serlo, sin embargo, de pronto siento que llega a mi mente cierta iluminación divina que me dice que la cosa no es tan complicada como parece. Existen reglas universales de comportamiento natural que rigen y controlan las sociedades animales de una manera sorprendente. Esas reglas son definitivas y se hacen cumplir a como dé lugar.
Mencionaré algunas analogías de comportamiento en las manadas de caballos que yo creo que si aplicamos en la educación de nuestros hijos darían muy buen resultado.
Empezaré por el comportamiento de un potro cuando se acerca a un adulto, ¿Lo han observado? Se aproxima simulando que mastica y la mirada abajo, esto lo hacen aproximadamente hasta el año y medio de edad, si hacemos la equivalencia a un humano serían casi 12 años. Yo recuerdo algo similar en el comportamiento que mi abuelo nos exigía, si no se nos solicitaba no teníamos porque estar presente en una plática de adultos o cuando llegaba visita, sólo saludábamos y nos teníamos que retirar y una mirada era más que suficiente.
Actualmente los niños en muchas familias son los que llevan el control y no se les puede decir que se retiren porque te contestan un sin número de cosas.
Cuando un potro cumple los 2 años simula a un muchacho de entre 14 y 16 años, además de que está entrando en la adolescencia y son más difíciles de tratar, la testosterona juega un papel determinante que los hace ser irreverentes.
En este caso, el líder alfa del grupo, ya sea el semental o la yegua que cubre este rol lo mantienen a raya y le dan un seguimiento personal a su comportamiento para que no se violen las reglas de la manada.
En nuestra sociedad actual, el adolescente, ya no pide el auto lo toma, la hora de llegada la pone el, chantajea al padre de mil formas, de manera que éste siempre termina cediendo a los caprichos del muchacho.
Antes de cumplir los 3 años, el potro es separado del grupo para que se empiece a valer por si mismo, la educación está dada y el tendrá la oportunidad de valerse por sus propios medios y en un futuro formar su propia familia. Al hacer la comparación, tal vez estaríamos tratando con un joven de entre 18 y 20 años. A esta edad apenas está ingresando a la universidad y por lo tanto requiere o solicita de sus padres, techo, comida y recursos para convivir con sus amigos o novia, aunque ya es un hombre o mujer “hechos y derechos” como dicen. Se genera una dependencia tal que a veces continua aún después de haber terminado la escuela, incluso de haberse casado y nunca terminan por ser autosuficientes, situación que tal vez ayuda en el corto plazo pero al final termina por perjudicar cuando hacen falta los proveedores del muchacho.
Para una correcta educación de un potro es necesario tener en consideración 3 elementos: trabajo, disciplina y afecto, en el respectivo orden. Reflexionando al respecto encuentro que si estos principios los aplicáramos en la educación de nuestros hijos, muchas cosas serían diferentes.
Explicare mis conclusiones:
Un potro es como un niño, inquieto y lleno de una energía que tiene que canalizar. Si esa energía no es utilizada a favor, la utilizara haciendo “travesuras”, por llamarle de alguna manera. En el caso de los caballos; mordiendo el corral, pateando su caballeriza, manoteando el comedero etc. Todo lo anterior por falta de trabajo o actividad que consuma esa energía sobrante.
Sin justificación hay que hacerle saber que las reglas definidas se tienen que cumplir, de lo contrario habrá una reprimenda. Es precisamente en este punto donde fallamos los humanos, por falta de tiempo para dedicarles a los hijos, muchas veces dejamos de corregirlos cuando se incumplen las normas o decimos, “es que es muy pequeño” para corregirlo, “lo veo poco y no lo puedo castigar”, “son cosas de su edad”, etc.
El último punto tiene que ver con el afecto o la recompensa. En el caso de los caballos esto se logra con aceptación del líder o la suspensión de algún estimulo. En el caso de nuestra sociedad humana, confundimos el afecto (intangible) con el otorgamiento de regalos o premios cuando se cumple, en vez de regalar una felicitación o una convivencia en familia por el logro de algún miembro de la familia.
El desapego a estas reglas básicas mencionadas ha originado muchas de las consecuencias o fallas en nuestra sociedad. Por eso la insistencia de poner énfasis en la educación familiar tanto de los hijos como de los padres.
Como pueden ver, los caballos tienen mucho que enseñarnos o nosotros mucho que aprender, nada está oculto solo necesitamos un poco de sensibilidad para observar e interpretar las enseñanzas que como individuo poblador de este planeta nos puede compartir.
¡Hasta la próxima!