Por David Alonso
El pasado 19 de marzo (2015) se cumplió un año de uno de los acontecimientos más importantes de mi vida, me refiero al nacimiento de un par de mulitas cuatas que vinieron a alegrar nuestras vidas, a continuación les platico la historia.
Hace unos años, mientras trabajé para el criadero de caballos de salto del Club Hípico La
Silla me regalaron un par de yeguas warmblood porque ya no cumplían con las condiciones ideales como reproductoras. Ambas eran animales muy grandes de alzada y tenían un pedigree importante en lo que a caballos de salto se refiere, por lo que se me ocurrió que cruzadas con un buen burro podía sacar mulas con aptitudes para saltar. Así lo hice y sólo una de ellas quedó gestante.
Cuando según mis cuentas se aproximaba el parto de la yegua decidí encerrarla para que la yegua estuviera cómoda y le pedí al velador (un tío mío) que me avisara cuando la yegua diera a luz para poder trabajar la impronta de la cría al nacer. Un día me marca a la 1:00 de la madrugada y me dice que la yegua estaba pariendo, que me fuera inmediatamente. En lo que me alisté para salir, vuelvo a recibir una llamada y me dice mi tío que le está saliendo algo más a la yegua. Inmediatamente sospeché de un parto gemelar y en ese mismo momento ingresé a internet para buscar algún procedimiento de qué hacer en estos eventos y según la estadística en la mayoría de los casos sólo sobrevivía un solo animalito. Cuando llegué pude ver que la yegua estaba muy desgastada físicamente por la labor de parto y no se podía levantar para dar de mamar a sus crías, por lo que con la ayuda de Alfredo (uno de mis colaboradores de muchos años y que también había acudido al llamado), limpiamos y frotamos a las dos hembritas recién nacidas. La yegua después de agonizar por 15 minutos aproximadamente, falleció víctima de una hemorragia interna según me dijo al día siguiente el veterinario. Allí estábamos a las dos de la madrugada con dos mulitas recién nacidas y su madre muerta, viviendo sentimientos encontrados despidiendo a la muerte y recibiendo a la vida por partida doble.
En ese momento lo único que se me ocurrió fue ordeñar a la yegua muerta para obtener calostros y podérselos dar de beber al par de mulitas. Pude extraerle poco más de un litro y con una jeringa se los empezamos a dar. Enseguida me trasladé a Saltillo para buscar una farmacia abierta para conseguir un par de tetas para bebe.
Ese día fue de muchas llamadas, visitas de amigos y de algunos medios de comunicación que se enteraron de lo insólito del caso, pues según nos pudimos enterar sólo en el estado de Colima se había dado una situación similar algunos años atrás y al parecer también en Colombia. También fue un día de muchas opiniones sobre qué hacer para alimentarlas, me decían que fabricara un bebedero automático, que bañara a las recién nacidas con jabón ZOTE para podérselas arrimar a una yegua, que las cubriera de cirre de la caballeriza de otra yegua parida, etc, etc. Afortunadamente tenía en mis manos leche en polvo y rápidamente pudimos estar cumpliendo con las hambriadas mulitas que constantemente pedían de comer. Dentro de todo este alboroto que generó el alumbramiento, estaba la recomendación del veterinario que nos decía que no nos hiciéramos ilusiones, que mientras no pasarán las primeras 72 horas críticas y los primeros 15 días, la vida de los animalitos estaba agarrada de un hilo. Por la fecha de nacimiento, día de San José, decidimos bautizarlas con el nombre de Josefa y Josefina.
Aún cuando sabíamos que los potros maman a su madre constantemente durante el día, nosotros decidimos hacer un programa de alimentación de cada 3 horas y afortunadamente pudimos aprovechar un par de yeguas paridas para que ayudarán a alimentar a las mulitas en dos tomas (a las 10 am y 5 pm), mientras que en la noche el velador se encargaba de alimentarlas a las 11pm y a las 5 am. Así fue por 6 meses, realmente se convirtieron en parte de nuestra familia y siempre sobraban manos para alimentarlas, incluso recibíamos visitas de otros lugares exclusivamente para venir a conocerlas.
En el mes de noviembre del año pasado, cuando ya tenían 8 meses, me dice el veterinario que había que operarlas porque les había crecido a ambas una hernia umbilical y que era un procedimiento sencillo de 30 minutos, que en cualquier vuelta las operaría. Un día de esos, me dirigía a un rancho a recoger unos caballos y llega el médico y me dice que va operar las mulitas y que a mi regreso ya las tendría listas. Aproximadamente a los 20 minutos me llama al celular para decirme que se le había muerto Josefa, sólo le respondí que no estuviera jugando, mientras sentía que me caía como un balde de agua fría la noticia.
Realmente fue difícil asimilar la noticia y destruir los sueños que ya tenía en mi mente con el par de mulas, ahora como le diría a mis hijas lo sucedido, mientras que mi esposa me pedía que le reclamara al médico, pero al final de cuentas eso no regresaría a Josefa. Pude reflexionar que tenía que agradecer a la vida por lo afortunado que ya había sido al vivir esa experiencia, pero tenía que darle vuelta a la página.
Hoy Josefina, se ha convertido en una vigorosa mula que convive a diario con potros de su edad y siempre está pendiente de su madre adoptiva, mi yegua Lady Di, pues apenas se le pierde y le relin-rebuzna. Cada que estoy con ella siento una tranquilidad y afinidad comparable a la relación de un padre con su hijo, aunque parezca exagerado. Sueño con el día de poder andar sobre su lomo y también poderles contar a mis nietos como llegó ella a nuestras vidas.
Aprovecho este medio para agradecer a todas las personas que están o estuvieron pendientes del desarrollo de nuestras mulitas cuatas, así como a los que cuando me ven me preguntan por ellas. Espero que Dios me conserve ahora a Josefina muchos años para seguir disfrutando de su presencia.
¡Hasta la próxima!